sábado, 6 de junio de 2015

Soy una humilde primera dama incomprendida en busca de style

Doctora Lingan:

Recurro a usted desesperada ante el cargamontón que se me está haciendo en los medios. Se me trata de criminal para abajo ¡A mí! ¡A mí que soy prácticamente la Eva Perón peruana! Si hasta he tenido que renunciar a los sueños románticos de mi adolescencia con Martincito, para convertirme en la esposa de un militarzuelo sin ningún atributo, salvo el nombre mesiánico, que sabía que, tarde o temprano lo convertiría en presidente de algo, ya estaba en mí si lo sería de la Junta de Padres de Familia del Colegio de nuestros hijos o de la Nación, si aceptaba ser dirigido con mano firme. Confieso que a pesar del lamentable panorama sentimental que avizoraba para mí, tenía la esperanza de que la brutalidad legendaria de todo militar que se precie de serlo, tendría como añadido una cierta roughness en la cama, que, tristemente, tampoco llegó, acostumbrado, como estaba (soldado de bajo rango al fin) a pedir permiso para abrir cada puerta. Por suerte, aún tenía a Martincito a mi lado, quien fue mi apoyo y sostén durante estos duros años de cumplimiento de metas.

¡No fue fácil, doctora! Si hubiera sido solo él lo hubiera tolerado. Su sumisión lo convertía en un pasable actor de reparto y salvo los encuentros procreativos (Tres hijos es el non plus ultra me dijo el asesor brasilero. ¿Tienen que ser suyos? Pregunté tímidamente, pero su silencio y mirada glacial no me dejaron asomo de dudas) no teníamos mayor contacto. ¡Pero la familia! ¡Una recua de fundamentalistas! ¡Hasta creían en las extrañas proclamas que pregonaban! Me costó años lograr alejarlo de esa perniciosa influencia, alejar a mis hijos de tanta huachafería y colocarlos a salvo en el ascensor social que, ahora sí, iría en automático. ¡Nunca más tendríamos que mirar a Berckemeyers y Riva Agüeros desde abajo. Hasta podría haber llegado a Presidenta yo misma y deshacerme del buen cachaco.

Pero dígame usted doctora, si después de tantas penurias no era justo que disfrutara un poco de mis éxitos. ¿Tiene algo de malo comprarse algo de ropa de calidad o unas joyitas para hacer juego? ¿Es justo que la prensa me acribille y tenga hasta que decir que eran encargos, como si debiera tener vergüenza de que ahora si puedo hacer las cosas como siempre debieron ser? ¿Acaso Michele Obama se viste como una pordiosera o alguien osa criticar su elegancia? ¡Este país está muy mal! ¡Si yo soy su representante ante el mundo! ¡Sigo haciendo sacrificios por todos ellos!

Mis preguntas, querida doctora, son si debo dejar ya las buenas maneras con estos malagradecidos y dar el golpe de estado que hace rato va mereciendo esta pobre nación de quejumbrosos; y, si un par de aretes de oro blanco de 18 kilates con un pavé de diamantes, de Paloma Picasso, son un buen complemento  para una pashmina granate de vicuña peruana (Que no por nada soy embajadora de la quinua por el Perú).     

Siempre suya 

Evita 2

Querida Evita 2:
Antes que nada, quiero decirte que si Marito, con quien departimos en innumerables cócteles es tu fan, pues me adscribo a su admiración por ti y ardo en deseos de conocerte. Es cierto que la historia del patito feo convirtiéndose en cisne está muy trillada; pero casos como el tuyo, en los que una simple mujer, ni muy inteligente ni muy bonita, a costa de sacrificar una probable y mediocre felicidad pequeño burguesa, construye un proyecto de vida que la eleva a la categoría de consorte real, así sea de una república bananera, son ejemplos para toda mujer que no se resigne a ser el ama de llaves de su marido o la esclava en tacones de su oficina.  
Estoy plenamente de acuerdo contigo en que mereces darte esos detallitos que tanto te critican. Lo que me parece inaceptable es que tengas que poner excusas para justificar unos gastos que deberían ser asumidos por el Estado, o, gustosamente, por el pueblo, tan proclive a la solidaridad por polladas (dicho sea de paso, podrías ser un poco más creativa en ese rubro, no? ¿En serio pensabas que alguien iba a creer lo de los encargos? ¿Qué esnifaste ese día, mamita?). 
Respecto a tus dudas. Pienso que el golpe de estado no es lo más apropiado en este momento. Tendrías que asumir el poder públicamente y con él, las consecuencias de tus errores y, aceptémoslo, eso no se te da tan bien como el doble discurso y las maquinaciones a la sombra. Pienso que el tuyo es un país que no te merece y no sería justo que envejezcas prematuramente con el estrés que provoca tener a la comunidad internacional en tu contra. Deja que acabe el período del cachaco, que pierda inmunidad y que lo inculpen por todo lo que hayas hecho y te falte por hacer. Su orgullo marcial hará que cargue con la culpa y la prisión antes de reconocer su triste realidad de calzonazos. Mientras tanto, reconstruye tu imagen (que nada está perdido para siempre en el país de los amnésicos), alejate poco a poco de él, critícalo y un par de mese antes del término de su mandato, sepárate de él, furibunda por haber renunciado a sus ideales y haberse puesto de espaldas a las necesidades del pueblo. Así tendrás unos años para volver a ser la novia de los desarrapados, de los ilusos y de los Nobeles geriátricos resentidos.
Sobre tu otra pregunta, y creo la verdaderamente importante (disculpa que me haya extendido en nimiedades), la lana de vicuña sienta perfectamente con cualquier accesorio de mi amiguis la Paloma. Solo por eso estoy seguro de la verdad que tenían las afirmaciones de Marito sobre tus grandes dotes.

Tuya siempre

  

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Soy una santa en el infierno de los hombres

Doctora Lingan:

Le escribo con la indignación que solo somos capaces de manifestar los puros de corazón. Estoy segura de su empatía, pues es evidente que usted irradia el aura de los santos; como mi hermana la Carmela, que desde chiquita se flagelaba como toda una Santa Rosita.

Lo que me tiene enervada, hasta el punto de casi haberme saltado un misterio gozoso en mi rosario de la tarde, es la completa incomprensión que tienen algunas hijas de Satán (que en mi extrema bondad aún llamo amigas) por la misión que me ha encomendado la virgencita a través de un hermoso sueño. Salva a todas las mujeres de tu entorno de la lujuria y perversión que les brindan los hombres, me dijo la madre de Dios en angelicales trinos. ¿De sus esposos y novios, también? - le pregunté con la meticulosidad que me caracteriza, pues yo lo que hago lo hago bien, así me cueste más porque en este valle de lágrimas debemos mostrar nuestro amor al Señor sin caer en mediocridades. -Sobre todo de ellos - me contesto nuestra Señora, apesumbrada. Los hombres son el pecado, incluso tus hijos, cuando te abandonan luego de tantos sacrificios para querer hacer sus vidas , como si existiera una vida más plena que aquella que vives junto a quien te dio la vida. En fin - continúo la Madre de Todos - en lugar de aceptar su lugar como elemento productivo de la sociedad, trabajando de sol a sol y sin tomar respiro, rematar el día atendiendo las necesidades de su pareja (como el importantísimo deber de escuchar los cotilleos de sus amigas o el más importante aún, de escuchar las quejas interminables contra sus amigas mientras le compra flores y la lleva a comer lechuga a un restaurante 5 tenedores), se rebelan ante dicho estado de noble castidad y se dedican a perversiones varias como no hablar de sus hijos con sus amigos ¡Ni mostrarles las fotos del almuerzo dominical, siquiera! y, sobre todo, pensar en otras mujeres el día entero, mirar culos, sonreir a impulsadoras ¡Bromear con su secretaria! Y claro, esas mujeres no son, tampoco, como usted ni como yo, que en ese caso otro sería el cantar y los pondríamos en su lugar a la primera falta de respeto. Esas mujeres son, en cambio, sucias y corrompidas, dispuestas a destruir la felicidad que tanto nos ha costado solo para reírse en nuestras caras de nuestra bondad, porque en el fondo, nos tienen tanta envidia por que jamás será como nosotras.

Es por eso, hermana (porque todas las virtuosas estamos hermanadas), que tomé en mis manos, hace un tiempo ya, la dura labor de poner en evidencia a los miserables que rondan a mis amigas. No fue difícil; al cabo, no hay hombre que no crea que tiene derecho a una vida propia; y eso se pone de manifiesto con nimiedades como el hackeo de sus redes sociales o contratar a un investigador privado. A la larga siempre se encuentra algo que los desenmascara y de allí vienen la separación y otra oveja al prístino redil de nuestra Madre.

Hasta ahora, me ha ido relativamente bien. La mayoría de las chicas, saben que un hombre de verdad, un hombre que las respete y las ame de verdad, jamás le miraría las tetas a otra (claro que omito el hecho de decirles que ese hombre no existe. ¿Para que complicarles la existencia?) y cuando descubren que su fidelidad es mentira (ya sea de pensamiento, palabra u omisión), acaban con ellos inmediatamente y vienen a engrosar el Club de Canasta de los viernes por la noche, gratas reuniones que placen al Señor, regadas de cócteles y veneno verbal contra el infecto cromosoma Y.

Sin embargo, aún hay algunas que se resisten, que se quieren tan poco que se niegan a repetir el mantra salvador de "todos los hombres son una mierda" y refugiarse en nuestras dulces redes de resentimiento.

Mi consulta, queridisima hermana, es si debemos insistir en nuestra labor evangelizadora o renunciar a salvarlas porque están tan corruptas como "las otras".

Atentamente

Silvana del Campo y Soldevilla Camino-Hoyos. Silvi, para las amigas

Querida hermana

Al leer tu carta, supe inmediatamente, también, que tú eras como mi hermana. Te felicito por tu incomprendida labor. Lo que tú haces es una dificilísima labor, que antaño era llevada a cabo, a duras penas por la también incomprendida, Santísima Inquisición. Es indignante ver cómo hay hombres que se resisten a una agradable castración psicosomática y creen tener derecho a tener sus propias vidas. Pero es aún peor descubrir que hay mujeres que se niegan a ver la vida desde los sabios ojos de Disney, Coelho y todos aquellos grandes filósofos que plagan los memes de autoestima feminista. Mujeres endemoniadas que creen que la vida no es un cuento de hadas y no buscan vidas perfectas y hasta creen que las relaciones pueden no ser para siempre y las disfrutan mientras son. Debo decirte, con pesar, que debes rendirte. Esas mujeres tiene alma de putas, porque una mujer de verdad, una SEÑORA, como nuestra Madre Santísima, sabe que a un hombre hay que dominarlo, lobotomizarlo, anularlo al punto de que llegue a preguntarnos con sincera rabia: "¿Y la Camucha sigue con ese sinverguenza del Pablo? ¡Pobrecita! ¡Tan sufrida ella!" o "¿Te parece si vemos una comedia romántica tomados de la mano?" Y si se resiste, hay que abandonarlo inmediatamente, que no vale la pena. Y, claro, afortunadamente, siempre existen almas caritativas como la tuya, dispuesta a acogerla entre margaritas y vituperios al miserable e indigno macho. Porque en este mundo moderno, ya no podemos ser sumisas y dejar que nos traten como hacen esos trogloditas de los musulmanes. O sea, eso es incivilizado. Lo civilizado es que sean las mujeres las que traten a los hombres como cosas. ¡Eso es modernidad! Y que quiera a tu perrito, por supuesto, y que le de besos. Te diría que me dieras la dirección de tu club, que parece muy entretenido; pero por ahora tengo un viaje urgente a la Casa Blanca, que Michelle sale de viaje diplomático por Asia durante una semana y hay que aprovecharlo.

Besitos



martes, 26 de agosto de 2014

Elvis está vivo

Maqui!!!!

¡Hace tanto que intentaba comunicarme contigo! Es que en la clandestinidad, el WiFi es malísimo y no hay manera de reclamarselo a nadie. Ya sabes que eso de hacer colas para conseguir formularios en la Oficina de Defensa del Consumidor es incompatible con el anonimato y aunque ultimamente he perdido un poco de peso, nunca he llegado a entender tamaños sacrificios. Así que me lo he bancado como he podido todos estos años, con la esperanza de volver a verte algún día, mi dulce Maqui! ¡Es el día de Arequipa! -me dijiste y, aunque nunca tuve idea de quién era esa Arequipa, bebimos un cóctel imposible, de sedantes, anfetaminas, vodka, borbón, anisado y chicha gruesa, a su nombre. No se si sea prudente decirlo en esta misiva pública, pero recuerdo que después del octavo vaso, me vi henchido de tal energía, como no la tenía desde que recogía jabones en el servicio militar, y te poseí sobre la mesa del comedor con tal ardor, que al terminar perdí la consciencia entre alaridos. Al siguiente día, ya lo sabes, fingí mi muerte y me retiré de los placeres del mundo; pues, luego de haberte tenido ¿Qué más podía esperar de la vida?

Me fui al Japón, a Indonesia, al Tibet y terminé haciendo macramé en una aldeíta
perdida de Laos, en la que me volví partero oficial por mi abundante experiencia en esa zona crítica de las féminas. Nunca volví a probar una gota de alcohol y duermo como un bebé sin ningún tipo de ayuda química. Pero he de confesarte que hay noches en que aún despierto agitado ante el recuerdo de tu piel. ¡Maqui! Eres la única mujer que me ha marcado. Bueno, en realidad, tú y la cirujana plástica que me cambió el rostro y me hizo la lipoescultura; pero eso fue exclusivamente profesional. En cambio tú, te has marcado a fuego en mis venas (y en mis epitelios genitales, porque hasta ahora me tortura en los días más calurosos aquella candidiasis que me obsequiaste y que se resiste a dejarme)

¿Sabes? Aún no entiendo cómo una joven, de curvas impresionantes, pero tan pequeña y delicada como tú pudo aquella vez aguantar tanta porquería en el cerebro, que fue suficiente para llevar a la tumba (al menos temporalmente) a una leyenda de dos veces tu tamaño y por lo menos cinco veces tu peso. ¿El secreto era tu dieta vegana? Porque debo decirte que, a pesar de que he dejado los huevos, la carne y la leche y no puedo ni oler un vaso de tequila que empiezo a bailar como Ricky Martin.

Bueno, recordada Maqui, como esto es un consultorio, no quiero tener un trato especial, así que aquí va mi consulta.

Hace ya un tiempo siento unas ganas, que van creciendo consistentemente, de volver a la civilización. Pero no como un anónimo más: Con problemas migratorios, haciendo uso de "La Bestia", sin green card y como cajero de minimum wage en Costco; sino, como yo mismo: ¡El gran Elvis! que regresa, rutilante, de la muerte, para encandilar a las masas con el ondulante movimiento de sus caderas.

Pienso que con esto de la cultura de la nostalgia, que tan en boga está, me encuentro en el momento propicio para mi segundo encuentro con el estrellato. Es que la fama y la fortuna, y todos sus beneficios conexos, son más difíciles de olvidar que tu primera mascota. ¿Qué opinas, Maqui? ¿Debo volver? ¿O debo pretender que el rey del rock está muerto y seguir con mi reposada vida de partero villero? ¿Crees que si volviera, podríamos recrear alguno de nuestros salvajes encuentros?

Tuyo siempre

Elvis

Recordadísimo Aaron 

¿Recuerdas que te ponía a mil que te llamara por tu segundo nombre? Me parece increíble que hayan pasado ya 37 años desde nuestro último encuentro. Aunque he de confesarte que siempre supe que tu muerte fue fingida (ya que, en esas épocas de locura, tenía uno o dos amigos muy íntimos en los más altos cargos de la CIA), llegué a pensar que habías muerto entre la coronación de Madonna como reina del pop y el matrimonio de apariencias de Wacko Jacko con la díscola de tu hija, la Lisa Marie. En todo caso, un corazón debilitado por las anfetaminas como el tuyo, difícilmente hubiera resistido las boy bands noventeras. ¡No sabes como me alegra tener noticias tuyas! y ya hablaremos largo y tendido ahora que te he agregado al whatsapp.

Respecto a tu consulta. He de decir, con pesar, que has demorado una década más de lo que debías, tu regreso. Es cierto que vivimos una época de revivals y el mundo mira hacia atrás, porque para adelante solo aparecen crisis en el comercio de commodities, guerras santas por doquier y un tercer gobierno de Alan García.    

Sin embargo, la época que trata de imitar la juventud es, por mucho, una que ya te tenía olvidado: Los ochenta. Un periodo en el que la gomina en los cabellos era tal, que tu clásico peinado hubiera sido visto como adecuado para un trabajo de oficina. Los colores neón hacen ver opacos y faltos de vida hasta los trajes que usabas en los últimos tiempos de Las Vegas; y, aceptémoslo, te verías terrible con zapatillas Converse. Claro, que si en el algún momento te encuentras con tu ex yerno, el Michael; el regreso sería con olor a multitud. Ya sabes la afición que tiene este mundo por los dioses y las monarquías; y la vuelta a dúo del rey del rock y el del pop juntos, cantando una versión remix de Imagine, tendría el suficiente morbo para dar de comer a un par de generaciones más de sus herederos.

Sobre tu otra consulta. Me encantaría visitarte en la aldea desconectada del mundo en que vives. Sería gratificante poder estar en un lugar donde la la gente te preste más atención que a mi. Y sí, prometo enseñarte un par de nuevos trucos.

Con cariño

Maqui









miércoles, 20 de agosto de 2014

Soy un traidor y mi vida es un infierno

Doctora Lingan:

Tengo una congoja enorme en el pecho, que crece cada día y amenaza con reventar como puerta de bar. Hace unas semanas he cometido la primera infidelidad de mi vida. Al principio pensé que fue culpa del estrés laboral y del alcohol a mansalva que regaba de felicidad el quinceañero de mi sobrina segunda; y, que entre bailes modernos, conversaciones insulsas y coctelitos de fresa y maracuyá, fui perdiendo la consciencia, inmerso en un suave sopor que olía a lirios del campo y se sentía suave como piel de damasco maduro. Naturalmente, en ese momento no tomé en cuenta que el aroma que me envolvía era el del perfume de mi cuñada, la mamá de Sandrita, y que lo que tomaba por dulce fruta era la piel que sobresalía del atrevido escote que usaba para la ocasión. Solo descubrí la verdad cuando las nieblas del licor se disiparon y abrí los ojos, encontrándo con pavor que mi visión general se encontraba obstruida por los montes lácteos que la desvergonzada canalla que mi pobre hermano ha elegido como cónyuge se frotaban, ávidos, contra mi rostro. En ese momento pensé en gritar que se detuviera. Que su esposo es un santo y ella estaba mancillando alegremente, no solamente su honor, sino, el de la familia al completo.  Lamentablemente, al tratar de hacerla a un lado, mis manos se fueron a posar, trágicamente, en sus redondeces posteriores, lo que le hizo creer, equivocadamente, que correspondía a la bajeza de sus pasiones; por lo que, en ese momento, fue más atrevida aún, y con un par de hábiles movimientos me lanzó contra el piso del baño en el que nos encontrábamos, me desnudo de cintura para abajo y empezó a cabalgarme como si fuera un vulgar pony de feria. El asco inicial fue trocando, poco a poco, en feroz pasión y cuando menos lo esperaba, me descubrí masticando con ardor cada milimetro de epitelio que podía alcanzar mientras duraba el vaivén de nuestros cuerpos. Al terminar, se vistió y con el dedo índice cogió un poco de la innoble viscosidad que había expulsado mi cuerpo en el momento del inevitable clímax y lo llevó a su boca, succionandolo con una sonrisa socarrona. Nos vemos en la sala me dijo y me dejó allí, con el pantalón en las rodillas, mi integridad  moral hecha añicos y una erección monumental, que por mucho que me lavé con agua fría no llegó a ceder hasta bien entrada la noche del siguiente día. Desde ese momento, no puedo dejar de pensar en la infame y cada vez que la veo, aquellas lúbricas sensaciones regresan a mi mente con tal claridad, que tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no empezar a gemir.

Mi pregunta, sabia doctora, es ¿Debo someterme a una castración química con generosas cantidades de Depo Provera? ¿O debo, sencillamente, arrancarme las vergüenzas con una navaja de afeitar oxidada? Ayúdeme, doctora. La culpa me destruye.

Lorne Pío de la Torturación

Infecto Lorne

Me encuentro tentada a decirte que la castración química y quirúrgica serían poco, para evitar que sigas regando seres como tú en este mundo. Tu doble moral y tu hipocresía son lamentables y, presiento, tienen un componente genético cuya propagación debe evitarse. Sin embargo, como profesional que soy, debo dar un consejo justo y verdadero; así que he de decirte que tus desvelos son, absolutamente, irrelevantes. Una adulta sana, en la plenitud de sus facultades físicas y mentales, como estoy seguro que es la madre de Sandrita (A quién desde esta página le deseo todos los parabienes en su mágica transición al mundo de ser mujer), tiene apetitos que, lamentablemente, no suelen ser saciados en su totalidad por el esposo de turno. Lo normal, en el tiempo de nuestra abuelas, era la resignación. Pero eso a cambiado y la sana búsqueda de nuestra plenitud femenina es vista con naturalidad (claro que entre mujeres. Es el tipo de cosas que no se comentan con el sexo opuesto). Sin embargo, como toda mujer es, en el fondo, casera por naturaleza, trata de buscar satisfacción en el entorno más familiar posible. Es así que, un primo segundo, un primo hermano, un cuñado, o hasta un hermano (en casos muy extremos) sirve de solaz a nuestros cuerpos, sin el estrés de un amante que nos obligue a salir de nuestro hábitat diario; y nos permite alcanzar la tranquilidad corpórea para seguir lavando, planchando y cocinando para el verdadero amor de nuestras vidas, con una sonrisa afectuosa y sincera. 
Debes agradecer, Lorne, que el azar te ha permitido ser de alguna utilidad en la vida y debes saber que ese acto del que tan cobardemente te averguenzas, ha permitido alargar la felicidad conyugal de una pareja, al menos por unos meses. 

Finalmente, te recomiendo utilices el resto de tu vida en una empresa más edificante que hablar mal de una SEÑORA, con todas sus letras; por lo que, hacer un voluntariado como target de misiles en Gaza, sería lo mas adecuado.

Atentamente

Maqui.







martes, 19 de agosto de 2014

Soy un hombre muy honrado que le gusta lo mejor (Pero no me alcanza)

Doctora Lingan

Esta mañana me lancé de rodillas al piso y con lágrimas en los ojos oré cuatro veces mirando hacia donde, supongo, se encuentra vuestra mansión. Es que, como casi toda persona en este mundo, he despertado henchido de felicidad al saber que se habilitaba, luego de tanto tiempo, esa obra cumbre de la civilización humana, que es vuestro consultorio. De buena fuente he escuchado que, incluso, los yihaidistas del Estado Islámico y el ejército israelí han suspendido sus respectivos genocidios para disfrutar de la lectura de los consejos tan noble sabia.

Rogando que entre los millares de cartas que le deben estar llegando, la mía sea una de las elegidas para recibir su brillante consejo, procedo inmediatamente a exponerle mi interrogante.

Resulta, que siempre he tenido una tendencia al sibaritismo. Desde niño prefería un bocadillo de caviar beluga antes que el huevo hervido que todos los demás niños llevaban en la lonchera. El agua Evian antes que la Coca Cola y el chocolate Noka Vintage Collection antes que un vulgar Doña Pepa. Ya de grande, mi tendencia bon vivant se agudizó, haciendo que me sea imposible departir en la época universitaria el ron barato y las papas fritas, al saber que por mi paladar deberían estar desfilando un puñado de hongos Matsutake rociados con algunos tragos de un buen Chateau Cheval Blanc de 1947.

La particularidad de mis gustos, sin embargo, nunca pudo materializarse, puesto que mi origen modesto, sumado a la falta de relaciones sociales necesarias para alcanzar el éxito impidieron que el lugar que me corresponde por naturaleza; es decir, banquetes al lado de príncipes y magnates; se haya visto truncada por mis labores de obrero de construcción a destajo y los paupérrimos sueldos a los que tiene acceso la clase trabajadora, en la que, vergonzosamente, me siento atrapado.

Mi pregunta, muy señora mía, es si existe alguna posibilidad de que alcance mis sueños, o he de resignarme a la deglución del pedazo de pollo a la brasa con papas fritas que me espera en la cantina de la fábrica, ésta y todas las tardes del resto de mi vida activa.

Atentamente

John Winston Pérez Sánchez


Querido Winston

Tengo una sensación agridulce al saber que, aún, en esa letrina nauseabunda que es la vida común, pueden florecer delicadas almas como la tuya. Es grato saber que, quizás, por tus venas fluya algo de sangre noble que podrá ser heredada a futuras generaciones, que sabrán -si pervive tan digna herencia, claro- repoblar el planeta de gourmandismo y clase, cuando nosotros, la clase dominante hayamos desaparecido de la faz de la tierra (No por nuestros excesos, por supuesto, que nunca son tales; sino, porque los placeres de este mundo ya nos empiezan a quedar cortos y ya se va haciendo momento de alcanzar las estrellas).

Debo decirte que no existe la menor posibilidad de que alcances tus sueños. Este mundo no es para los soñadores, y mucho menos si estos soñadores trabajan de obreros. Quizás si fueras mujer y tuvieras un físico envidiable, movimientos pélvicos inolvidables y una voluntad de hierro, mi recomendación sería otra; pero en tu caso, la esperanza está completamente fuera de lugar; lo que no quiere decir que debas perderla.  

Amigo, porque eso eres para mi, buen Winston, debo recomendarte que mantengas firmes tus creencias, que sigas comiendo con repugnancia el pedazo de pescado y las legumbres que te tocaron en suerte. No las disfrutes jamás, y sigue soñando. No solo eso, te pido que cries muchos, hijos, nietos, bisnietos, hasta que la fuerza te lo permita y enseña a todos la diferencia entre un foie-gras y un vulgar paté; las sutiles sensaciones que causa en tus papilas gustativas la carne de la langosta al deshacerse en tu boca y la tranquilidad de espíritu que se alcanza al sentir las burbujas de tu copa de Pernod-Ricard cosquilleandote los labios. Es cierto que la mayoría de ellos solo llegará a imaginar esos sencillos placeres, pero ¿No es, acaso, igual de cierto que las bondades del paraíso no se alcanzan en esta vida y eso no da óbice a que mantengamos nuestra fe impoluta? ¿Qué sería de nuestros hijos sin Santa Claus, sin la magia de Disney? Quizás hasta pensarían que su malvivencia generación tras generación es injusta y que las cosas debieran cambiar. ¡Quizás ya ni quisieran morir por nosotros! No lo permitas, Winston, anhela, sueña, y sobre todo, trabaja incansablemente, que la siguiente vez que tenga en mi tenedor de plata repujada un bocadillo de carne braseada de ternera wagyu, ten por seguro que pensaré en ti.

Abrazos

Maqui


viernes, 22 de abril de 2011

Me acosa una jovencita en el trabajo

Doctora Lingan:

De un tiempo a esta parte mi vida se ha convertido en un infierno. Ir a trabajar ha pasado de ser una actividad placentera -un remanso de calidez, esfuerzo y amistad fraternal- a un infierno particular que debo enfrentar todas las mañanas.

No es que las condiciones laborales hayan cambiado, ni que hayamos variado al régimen laboral de las Pymes -con reducción de sueldos y beneficios sociales con la finalidad de favorecer la competitividad y la legalización empresarial- o que me exijan firmar la salida a los ocho horas para evitar el pago de horas extras. Nada de eso. Mi empleo es tan atípico en la relación patrón-empleados que ni siquiera debemos pagar por el café que consumimos.

Mi problema es de otra índole: Soy víctima de acoso laboral. Ya lo dije. Es muy duro para mi reconocer esta situación. Uno siempre piensa: "Eso no me va a suceder". Pero me pasó. Y ahora debo enfrentar la pesadilla de sentir las miradas libidinosas que me desnudan, las cientos de excusas para rozarme, las frases cargadas de doble sentido. ¡Y no puedo hacer nada! Estoy atado de manos pues mi secretaria -quién es la atroz acosadora- es la hija del jefe y ni él -ni nadie- creería que esa veinteañera voluptuosa, con rostro de ángel, melena dorada y músculos cincelados en el gimnasio sería capaz de hacer lo que intenta hacer con el contador barrigón de mediana edad, que es quién soy yo.

¿Mi pregunta, doctora, es: ¿Cómo puedo saber si sus intenciones son sinceras y, la jovencita, planea tener una relación estable conmigo y -posteriormente- formar una -otra- familia conmigo?

Atentamente

Pancho Kong Pavo

miércoles, 16 de marzo de 2011

Por culpa de mi físico, no se me toma en serio en la física cuántica

Doctora:

Soy una asidua lectora de su página y estoy segura que, como a tantos otros, sabrá aconsejarme con sabiduría.


Soy una chica que tiene un tremendo problema, y al decir tremendo, me refiero a algo muy, muy grande. Estoy hablando de mi pompis.

Resulta que yo provengo de una familia de artistas: Mi mamá fue vedette, igual que mi hermana mayor, tengo otra hermana que es bailarina exótica y una más, que trabaja en la industria para adultos. Todas tenemos ese elemento común: Un trasero grande, de generosas caderas y -hasta mi mami- completamente paraditos, como si la gravedad hubiera decidido no entrometerse con los atributos familiares.


Usted pensará ¡Cómo se puede quejar esta niña!, pues lo mismo me dicen mis hermanas y mi mami todo el tiempo: "Deberías agradecerle a Diosito", "Tanta raquítica por allí y tu llorando por abundancia".

Yo sé que ellas lo ven de manera profesional. Tener un pompis grande es muy bueno para sus carreras, pero, aunque sé de las excelentes posibilidades de desarrollo laboral que existen en el negocio del entretenimiento, mis aspiraciones son de otro tipo: Yo quiero estudiar física cuántica. Pero todos se ríen de mí. Incluso mis profesores de la universidad se dedican a piropearme y el día que presente un trabajo de investigación que probaba, indubitablemente, la existencia del bosón de Higgs, mis profesores ignoraron el documento y me preguntaron, consternados, porqué últimamente usaba la ropa tan ancha ¿Es que debo renunciar a mis sueños intelectuales, debido a la maldición de mis 97 centímetros de caderas?

Besitos

Brianna