Doctora Lingan:
Es muy grato saludarla y felicitarla por su nueva sección y por su largo éxito. Es un honor para mi poder contactar a una de las mujeres más exitosas de su generación.
Mi consulta es la siguiente: Soy un ingeniero de minas. Con trabajo, por supuesto, por lo que económicamente no me va mal. Pero físicamente no soy tan agraciado. Soy jorobado, tuerto, sufro de halitosis, soy calvo (y a pesar de ello, sufro de caspa) y ni siquiera tengo el consuelo de tener una virilidad por encima del promedio. Incluso, tengo que confesar. que debo estirarme bastante para alcanzar ese maldito promedio.
Por eso, siempre he tenido miedo del amor. No se si llegue el día en que pueda conocer a una mujer que no sea tan superficial como para fijarse en el físico y me llegue a querer por lo que soy.
A veces me armo de valor y voy por discotecas y bares, pero a la hora de abordar a alguna chica, el valor se me hace añicos.
¿Qué debo hacer doctora? ¿Sufrir en soledad mi castigo genético? ¿Asistir al baile anual del Instituto de Ciegos? Ayúdeme doctora. Estoy desesperado
Querido feo:
Disculpa que me dirija a ti de ese modo, pero al no haber firmado tu  carta, es la única característica a la que puede referirme que te  describa de cuerpo entero.
Debo decirte que no debes sufrir más. Las mujeres no son esas arpías  venenosas, que piensas, que sólo buscan un hombre guapo que las destroce  en la cama. No, mi buen amigo. Estás muy equivocado. Las mujeres son  seres sensibles que están por encima de esas fruslerías. Lo que sucede  es que cuando son niñas y no han alcanzado ese estado de gracia llamado  feminidad aún consideran importantes cosas tan superficiales como la  belleza o la satisfacción sexual. Es muy diferente cuando una persona de  género femenino alcanza su plenitud física y, por tanto, su madurez  emocional. 
Allí se da cuenta que esas cosas no duran, que la  belleza es efímera (cuántas veces lo hemos escuchado en el sermón  dominical) y que lo importante es lo de adentro, lo que dura en  realidad. Y tú, entiendelo de una buena vez, hijo mío, eres un INGENIERO  DE MINAS. Y son muy pocas las ilusas superficiales que no logren ver  tus virtudes bajo esa capa de fealdad. Ve inmediatamente al bar más  cercano, Invita una copa a cualquier mujer bella que aparente más de 25  años y que veas sola y presentate de esta manera: Mi nombre es (digamos,  Adonis), soy ingeniero de minas en la empresa (señalas el nombre de tu  centro laboral) y estoy en edad de sentar cabeza. te aseguro,  jovenzuelo, que la sonrisa que te regalará, desvanecerá todas tus dudas y  te demostrará lo engañado que viviste con respecto a la banalidad de  las mujeres. Disfruta de tu éxito a partir de hoy y, no olvides, a las  mujeres no nos importa el físico, no somos primates subdesarrollados  como los hombres (Nunca olvides recalcar tu profesión, eso sí). Suerte
No hay comentarios:
Publicar un comentario