viernes, 22 de abril de 2011

Me acosa una jovencita en el trabajo

Doctora Lingan:

De un tiempo a esta parte mi vida se ha convertido en un infierno. Ir a trabajar ha pasado de ser una actividad placentera -un remanso de calidez, esfuerzo y amistad fraternal- a un infierno particular que debo enfrentar todas las mañanas.

No es que las condiciones laborales hayan cambiado, ni que hayamos variado al régimen laboral de las Pymes -con reducción de sueldos y beneficios sociales con la finalidad de favorecer la competitividad y la legalización empresarial- o que me exijan firmar la salida a los ocho horas para evitar el pago de horas extras. Nada de eso. Mi empleo es tan atípico en la relación patrón-empleados que ni siquiera debemos pagar por el café que consumimos.

Mi problema es de otra índole: Soy víctima de acoso laboral. Ya lo dije. Es muy duro para mi reconocer esta situación. Uno siempre piensa: "Eso no me va a suceder". Pero me pasó. Y ahora debo enfrentar la pesadilla de sentir las miradas libidinosas que me desnudan, las cientos de excusas para rozarme, las frases cargadas de doble sentido. ¡Y no puedo hacer nada! Estoy atado de manos pues mi secretaria -quién es la atroz acosadora- es la hija del jefe y ni él -ni nadie- creería que esa veinteañera voluptuosa, con rostro de ángel, melena dorada y músculos cincelados en el gimnasio sería capaz de hacer lo que intenta hacer con el contador barrigón de mediana edad, que es quién soy yo.

¿Mi pregunta, doctora, es: ¿Cómo puedo saber si sus intenciones son sinceras y, la jovencita, planea tener una relación estable conmigo y -posteriormente- formar una -otra- familia conmigo?

Atentamente

Pancho Kong Pavo