viernes, 22 de abril de 2011

Me acosa una jovencita en el trabajo

Doctora Lingan:

De un tiempo a esta parte mi vida se ha convertido en un infierno. Ir a trabajar ha pasado de ser una actividad placentera -un remanso de calidez, esfuerzo y amistad fraternal- a un infierno particular que debo enfrentar todas las mañanas.

No es que las condiciones laborales hayan cambiado, ni que hayamos variado al régimen laboral de las Pymes -con reducción de sueldos y beneficios sociales con la finalidad de favorecer la competitividad y la legalización empresarial- o que me exijan firmar la salida a los ocho horas para evitar el pago de horas extras. Nada de eso. Mi empleo es tan atípico en la relación patrón-empleados que ni siquiera debemos pagar por el café que consumimos.

Mi problema es de otra índole: Soy víctima de acoso laboral. Ya lo dije. Es muy duro para mi reconocer esta situación. Uno siempre piensa: "Eso no me va a suceder". Pero me pasó. Y ahora debo enfrentar la pesadilla de sentir las miradas libidinosas que me desnudan, las cientos de excusas para rozarme, las frases cargadas de doble sentido. ¡Y no puedo hacer nada! Estoy atado de manos pues mi secretaria -quién es la atroz acosadora- es la hija del jefe y ni él -ni nadie- creería que esa veinteañera voluptuosa, con rostro de ángel, melena dorada y músculos cincelados en el gimnasio sería capaz de hacer lo que intenta hacer con el contador barrigón de mediana edad, que es quién soy yo.

¿Mi pregunta, doctora, es: ¿Cómo puedo saber si sus intenciones son sinceras y, la jovencita, planea tener una relación estable conmigo y -posteriormente- formar una -otra- familia conmigo?

Atentamente

Pancho Kong Pavo

miércoles, 16 de marzo de 2011

Por culpa de mi físico, no se me toma en serio en la física cuántica

Doctora:

Soy una asidua lectora de su página y estoy segura que, como a tantos otros, sabrá aconsejarme con sabiduría.


Soy una chica que tiene un tremendo problema, y al decir tremendo, me refiero a algo muy, muy grande. Estoy hablando de mi pompis.

Resulta que yo provengo de una familia de artistas: Mi mamá fue vedette, igual que mi hermana mayor, tengo otra hermana que es bailarina exótica y una más, que trabaja en la industria para adultos. Todas tenemos ese elemento común: Un trasero grande, de generosas caderas y -hasta mi mami- completamente paraditos, como si la gravedad hubiera decidido no entrometerse con los atributos familiares.


Usted pensará ¡Cómo se puede quejar esta niña!, pues lo mismo me dicen mis hermanas y mi mami todo el tiempo: "Deberías agradecerle a Diosito", "Tanta raquítica por allí y tu llorando por abundancia".

Yo sé que ellas lo ven de manera profesional. Tener un pompis grande es muy bueno para sus carreras, pero, aunque sé de las excelentes posibilidades de desarrollo laboral que existen en el negocio del entretenimiento, mis aspiraciones son de otro tipo: Yo quiero estudiar física cuántica. Pero todos se ríen de mí. Incluso mis profesores de la universidad se dedican a piropearme y el día que presente un trabajo de investigación que probaba, indubitablemente, la existencia del bosón de Higgs, mis profesores ignoraron el documento y me preguntaron, consternados, porqué últimamente usaba la ropa tan ancha ¿Es que debo renunciar a mis sueños intelectuales, debido a la maldición de mis 97 centímetros de caderas?

Besitos

Brianna

martes, 15 de marzo de 2011

Terrorista Islámico de Prestigio piensa en el Retiro

Doctora Lingan:

Es muy grato saludar a tan distinguida dama y desde ya, es un consuelo, compartir estos momentos de amargura con quien ha demostrado a lo largo de décadas, un agudo conocimiento de las diferentes sociedades y culturas, y -sobre todo- del alma humana.


Querida amiga, soy considerado uno de los mayores súper villanos de mi generación, y -a diferencia de muchos otros- a fuerza de esfuerzo, constancia y -modestamente- un particular don para estar en el lugar preciso en el momento correcto, me he sabido mantener en el ojo de la tormenta y en el imaginario colectivo de pesadilla de la humanidad. En mis mejores momentos he llegado a ser conocido, por la opinión pública como un flagelo de la humanidad; y, por los medios de comunicación -tan atentos ellos- como el quinto jinete del apocalipsis.


Sin embargo, últimamente las cosas han ido cambiando. De manera tan paulatina, que apenas me doy cuenta que estoy desfasado. Hay estudiantes universitarios que no han oído hablar de mi, e incluso, algunas agencias de inteligencia, me han borrado de la lista de los más buscados. No sé si será que la vejez me ha llegado de golpe, pero ya no puedo realizar atentados a la velocidad que se espera de mi leyenda. Encima tengo que estar declarando yihads a mansalva a través del Facebook. Y el Twitter, ¿Cómo se supone que debo lanzar fatwas lapidarias con 140  caracteres?


Por todo eso, he pensado seriamente en el retiro. Es mejor ser un recuerdo terrible que el hazmerreír del terrorismo  internacional. Sin embargo, me queda la pregunta existencial que debe enfrentar todo jubilado: ¿Y ahora que hago? Tengo algunas propuestas para redactar, a cuatro manos con George W. Bush, el libro: "Guerras Santas para Dummies" y también para realizar un documental sobre los efectos del calentamiento global en la disipación sexual del mundo árabe.


Ambos, son proyectos que me atraen y que permitirían que el público vea una faceta más intelectual de mi personalidad; pero, a la vez, tengo ciertos reparos, principalmente, la vieja tradición de morir en el campo de batalla luchando por mis ideales, o fusilado por un ejército invasor yanqui como todos mis predecesotes. ¿Que debo hacer, gran sabia?

Tu seguro servidor
XXXXXX

jueves, 24 de febrero de 2011

Mi Compadre y mi suegra juegan al doctor junto al río.

Señorita Doctora:

Yo tengo muchos amigos que la leen a usted en su página y me lan recomendau. Nues que no yo tenga mi propia capacidad para solucionarme los problemas, pero no me malentienda si le digo que esta vez lo que me ha venido sucediendo es más que mis fuerzas. Me ha ganado la duda porque en verdacito que esto está bien compliau.

Mi compadre se para, últimamente, arrejuntando con la mamá de mi señora. Nuestaría mal si los dos fueran personas libres, que no tuvieran un compromiso matrimonial ya de antes. Es que ancuando mi suegra ya tiene a su marido finadito, mi compadre tiene mujer y cuatro hijos, todos todavía, para colmo de males, van al colegio y por eso no le puedo decir nada a mi señora, porque les armaría el escándalo del siglo y se enteraría la señora de mi compadre y ya sabe usted que ha veces las mujeres no comprenden que somos hombres y que tenemos necesidades que en nuestra casa no nos dan.
Y nues que a mi no me falte cariño de mi señora, porque ella todas las noches me atiende bien, nuimporta la hora que llegue, pero yo se que mi compadre no tiene esa mi suerte tan buena con su señora y que hace tiempos le hace problemas por la plata y que siempre le duele la cabeza y esas cosas que se inventan las mujeres cuando no quieren atender al marido. Pero los hijos no tienen la culpa de nadas y nues posible que les hagamos la vida un infierno por contar las cosas como son. ¿O sí? Qué me aconseja señorita María del Carmen?

Para servirle a usted
Iván Jefferson Cutipa Flores

sábado, 19 de febrero de 2011

Mi mujer me engaña con su jefe hipermasculinizado

Muy señora mía:

Aprovecho la presente para saludarla afectuosamente y, a la vez, puesto que la ocasión lo amerita, atreverme a solicitarle, quizás con muy poca educación, que se tome unos momentos para atender a mi solicitud sentimental. Pues, yo, como todos sus devotos lectores, estoy seguro que no existe en este planeta nuestro que llamamos Tierra, persona más capacitada para disipar la oscuridad que, hace ya un tiempo de ello, nubla mi corazón que Ud. dignísima y sabia doctora Lingan.

Mi problema, doctora, no por vulgar, es menos doloroso: Mi señora me engaña con el gerente de la tienda en que trabaja.

El día sábado próximo pasado procedí a recogerla de su centro laboral, ya que a esa hora, la vía pública se encuentra plagada de gente de muy mal vivir. No le indiqué que iba a proceder de esa manera, primeramente porque quería obsequiarle una sorpresa y, en segundo lugar, porque había finiquitado el crédito de mi celular en una llamada de índole laboral.

Cuando me apersoné a las oficinas donde realiza sus labores, me encontré con que todas las luces estaban apagadas, pero había una puerta que no había sido cerrada adecuadamente, por lo que procedí, con natural preocupación de mi parte, a indagar el paradero de mi señora. Cuando había recorrido unos pocos pasos oí, de pronto, unos ruidos extraños, que  me recordaron, inmediatamente, a los chillidos que lanzaban los cerdos que degollaba mi abuela halla en mi niñez campesina que rememoro con añoranza.
Temiendo, prontamente, que estuvieran asesinando un animal, un cachorro quizás, una mascota inocente, que no tiene la culpa de la maldad humana, me lancé en contra del agresor. Y es entonces, que aterrado y sin palabras en la boca, descubrí a mi mujer arrodillada, en posición de estarle orando a nuestro Señor, pero en lugar de tan pía labor, lo que se encontraba realizando me llenó de pasmo y espanto, pues recibía con una lujuria exacerbada -que nunca mostró ante mi persona -y en un lugar fisiológicamente destinado para otros menesteres- algo que, en un principio creí que era un brazo, hasta que descubrí que su lugar de origen se encontraba bajo un abundante estómago cervecero.

La emoción de mi señora por la faena que realizaba era tal, que no se percató de mi presencia, por lo que aproveché para huir hacia mi casa, donde, a partir de ese día he realizado indecibles esfuerzos por hacerle saber que conozco de sus cuitas, pero no me atrevo pues, en el fondo, se me hace difícil mancillar la armonía precaria de mi hogar, sin mencionar que es ella quién provee la mayor parte de nuestro sustento, ya que debo acotar -orgullosamente, por supuesto, que me desempeño como poeta y escritor de efemérides.

Vuestro seguro servidor

Pedro Camacho


sábado, 29 de enero de 2011

Soy un ingeniero de minas feo a morir buscando amor

Doctora Lingan:

Es muy grato saludarla y felicitarla por su nueva sección y por su largo éxito. Es un honor para mi poder contactar a una de las mujeres más exitosas de su generación.

Mi consulta es la siguiente: Soy un ingeniero de minas. Con trabajo, por supuesto, por lo que económicamente no me va mal. Pero físicamente no soy tan agraciado. Soy jorobado, tuerto, sufro de halitosis, soy calvo (y a pesar de ello, sufro de caspa) y ni siquiera tengo el consuelo de tener una virilidad por encima del promedio. Incluso, tengo que confesar. que debo estirarme bastante para alcanzar ese maldito promedio.

Por eso, siempre he tenido miedo del amor. No se si llegue el día en que pueda conocer a una mujer que no sea tan superficial como para fijarse en el físico y me llegue a querer por lo que soy.

A veces me armo de valor y voy por discotecas y bares, pero a la hora de abordar a alguna chica, el valor se me hace añicos.

¿Qué debo hacer doctora? ¿Sufrir en soledad mi castigo genético? ¿Asistir al baile anual del Instituto de Ciegos? Ayúdeme doctora. Estoy desesperado

miércoles, 12 de enero de 2011

Mi partido me engaña con otra

Doctora Lingan:

Mi nombre es Jorgito de la Muralla y desde hace más de treinta años llevo una relación formal con quien consideraba el Partido de mi vida. Aunque no son pocos quienes desde siempre la han considerado una manipuladora viuda negra cuyo único interés es el poder y la bonanza financiera de su primogénito Alanito, para mi siempre fue una fuente inagotable de ingresos. Incluso en los peores momentos del país, es decir, en la debacle financiera de finales de los ochenta, me permitió vivir a cuerpo de rey. Nuestra relación nunca tuvo altibajos: Después de Alanito siempre estaba yo y gracias a nuestro amor, pude dedicarme a incrementar mis ingresos sin tener que dedicarme a esa infausta práctica llamada trabajo. He sido congresista tantas veces que ya no recuerdo cuando empecé. Incluso he sido alcalde y siempre, escúchelo bien doctora Lingan, siempre le he sido fiel.


Sin embargo, a raíz de unas nuevas elecciones, me dirigía, rutinariamente, a recoger mi carné de número uno en la lista partidaria, cuando encontré que habían cambiado el candado de la casa del Pueblo. ¡Mi casa! Traté, infructuosamente, de hablar con ella, de pedirle explicaciones. ¿Porqué hacerme esto ni no hemos tenido siquiera una pelea? Repito doctora Lingan, yo nunca he sido infiel. Mi comportamiento ha sido impecable y aún cuando el país se iba al demonio, yo sólo tenía ojos para ella y para tenderle una mano a los compañeros afiliados, pues para mi, demostrar amor hacia ella, ha sido siempre el mayor mérito que he encontrado en la gente y, por ello, lo he pagado con puestos de trabajo en la administración pública o favores empresariales desde el Estado.


Ella ahora dice que me he enriquecido a sus espaldas, cuando siempre le he sido sincero. Cada nuevo dólar mal habido era motivo de chascarrillo para nosotros. Cada adjudicación sin concurso. Cada nombramiento a dedo. Cada empresa irregular. Cada cuenta bancaria en las Islas Caimanes. Ella lo sabía todo y lo aceptaba, porque siempre se preocupó de que nada me falte. ¿Y ahora me dice que soy un degenerado que la golpeaba? ¿Que nunca le dio nada? ¿Qué si me aguantó tantos años fue para que Alancito no sufriera?

Y todo por una mujer. Ni siquiera por un búfalo fuerte, viril y ladrón como los de antes. Simplemente por una cara bonita a quien ha invitado a ser candidata a la Presidencia porque Alancito se ha encaprichado con ella (madre engreidora, que no le puede decir que no a su promogénito).

¿Qué debo hacer doctora Lingan? ¿Luchar por su amor y por mi curul parlamentaria? ¿Olvidarla y voltear la página, a pesar de que eso implique trabajar por primera vez en mi vida? ¿Unirme a los etnocaceristas? Ayúdeme doctora ¡Estoy desesperado!

domingo, 2 de enero de 2011

Quiero ser médico, pero mi I.Q. de 81 lo impide

Doctora Lingan:

Soy estudiante universitario de primer año. Mi meta es ser médico y poder tratar enfermedades que ahora son incurables: ¡Vencer al SIDA es mi más grande anhelo! Sin embargo, por culpa de este sistema injusto de cupos para la universidad, ahora me encuentro cursando el segundo semestre de la carrera de Teología, pues el sistema podrido que no premia el esfuerzo ni las esperanzas puras me calificó con un treinta y cinco sobre cien, que -gracias a la opción de carreras múltiples- me sirvió, apenas, para los estudios religiosos (Que parecen tener poca demanda, pues somos apenas dos en clase).

Mis preguntas son:

- ¿Hay alguna manera de ingresar a Medicina sin tener que dar esos tontos exámenes de suficiencia?

- ¿Puedo ser igual de útil a la sociedad graduándome de teólogo?

- ¿Hallaré novia?

Muchas gracias por su valioso tiempo doctora y espero sinceramente que su respuesta me permita encaminar el rumbo.

Suyo siempre

Florentino Zegarra