jueves, 24 de febrero de 2011

Mi Compadre y mi suegra juegan al doctor junto al río.

Señorita Doctora:

Yo tengo muchos amigos que la leen a usted en su página y me lan recomendau. Nues que no yo tenga mi propia capacidad para solucionarme los problemas, pero no me malentienda si le digo que esta vez lo que me ha venido sucediendo es más que mis fuerzas. Me ha ganado la duda porque en verdacito que esto está bien compliau.

Mi compadre se para, últimamente, arrejuntando con la mamá de mi señora. Nuestaría mal si los dos fueran personas libres, que no tuvieran un compromiso matrimonial ya de antes. Es que ancuando mi suegra ya tiene a su marido finadito, mi compadre tiene mujer y cuatro hijos, todos todavía, para colmo de males, van al colegio y por eso no le puedo decir nada a mi señora, porque les armaría el escándalo del siglo y se enteraría la señora de mi compadre y ya sabe usted que ha veces las mujeres no comprenden que somos hombres y que tenemos necesidades que en nuestra casa no nos dan.
Y nues que a mi no me falte cariño de mi señora, porque ella todas las noches me atiende bien, nuimporta la hora que llegue, pero yo se que mi compadre no tiene esa mi suerte tan buena con su señora y que hace tiempos le hace problemas por la plata y que siempre le duele la cabeza y esas cosas que se inventan las mujeres cuando no quieren atender al marido. Pero los hijos no tienen la culpa de nadas y nues posible que les hagamos la vida un infierno por contar las cosas como son. ¿O sí? Qué me aconseja señorita María del Carmen?

Para servirle a usted
Iván Jefferson Cutipa Flores

Mira Jefferson:

La modernidad ha resquebrajado duramente los valores tradicionales. No vivimos más en aquellos buenos tiempos en que a la esposa se le respetaba, y la madre de un amigo ¡Y mucho más de un compadre, que es como hablar de un hermano! era una mujer sagrada a la que se veía de manera casta como a una segunda madre.

Quizás la mayor prueba de que ya esos tiempos han terminado, es que ahora, en lugar de estar durmiendo las cuatro horas que deberían corresponderte por noche, para estar fresco y descansado la madrugada de mañana para iniciar tus tareas campestres, utilices mi tiempo para aconsejarte sobre algo que ni siquiera es un verdadero problema. Es los buenos tiempos que te refiero, mientras la moral era velada por gente como yo -y servía-, la gente como tú no jugaba a poseer valores que no les corresponden (Y, por tanto, como sabrás, no pueden honrarlos adecuadamente). Tu suegra y tu compadre, y tú mismo y tu pareja y todo tu entorno, son personas que tienen la bendición de no arrastrar las culpas, producto de la razón, con que ha tenido a bien Nuestro Señor recargarnos a los caucásicos.

¡Disfruten su libertad moral! ¡Abandonen la internet! ¡No sufran más! ¡Ya no restrinjan su paganismo! Y dejennos a los demás la pesada carga ética de ser morales.

Atentamente

Doctora Lingan

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