sábado, 6 de junio de 2015

Soy una humilde primera dama incomprendida en busca de style

Doctora Lingan:

Recurro a usted desesperada ante el cargamontón que se me está haciendo en los medios. Se me trata de criminal para abajo ¡A mí! ¡A mí que soy prácticamente la Eva Perón peruana! Si hasta he tenido que renunciar a los sueños románticos de mi adolescencia con Martincito, para convertirme en la esposa de un militarzuelo sin ningún atributo, salvo el nombre mesiánico, que sabía que, tarde o temprano lo convertiría en presidente de algo, ya estaba en mí si lo sería de la Junta de Padres de Familia del Colegio de nuestros hijos o de la Nación, si aceptaba ser dirigido con mano firme. Confieso que a pesar del lamentable panorama sentimental que avizoraba para mí, tenía la esperanza de que la brutalidad legendaria de todo militar que se precie de serlo, tendría como añadido una cierta roughness en la cama, que, tristemente, tampoco llegó, acostumbrado, como estaba (soldado de bajo rango al fin) a pedir permiso para abrir cada puerta. Por suerte, aún tenía a Martincito a mi lado, quien fue mi apoyo y sostén durante estos duros años de cumplimiento de metas.

¡No fue fácil, doctora! Si hubiera sido solo él lo hubiera tolerado. Su sumisión lo convertía en un pasable actor de reparto y salvo los encuentros procreativos (Tres hijos es el non plus ultra me dijo el asesor brasilero. ¿Tienen que ser suyos? Pregunté tímidamente, pero su silencio y mirada glacial no me dejaron asomo de dudas) no teníamos mayor contacto. ¡Pero la familia! ¡Una recua de fundamentalistas! ¡Hasta creían en las extrañas proclamas que pregonaban! Me costó años lograr alejarlo de esa perniciosa influencia, alejar a mis hijos de tanta huachafería y colocarlos a salvo en el ascensor social que, ahora sí, iría en automático. ¡Nunca más tendríamos que mirar a Berckemeyers y Riva Agüeros desde abajo. Hasta podría haber llegado a Presidenta yo misma y deshacerme del buen cachaco.

Pero dígame usted doctora, si después de tantas penurias no era justo que disfrutara un poco de mis éxitos. ¿Tiene algo de malo comprarse algo de ropa de calidad o unas joyitas para hacer juego? ¿Es justo que la prensa me acribille y tenga hasta que decir que eran encargos, como si debiera tener vergüenza de que ahora si puedo hacer las cosas como siempre debieron ser? ¿Acaso Michele Obama se viste como una pordiosera o alguien osa criticar su elegancia? ¡Este país está muy mal! ¡Si yo soy su representante ante el mundo! ¡Sigo haciendo sacrificios por todos ellos!

Mis preguntas, querida doctora, son si debo dejar ya las buenas maneras con estos malagradecidos y dar el golpe de estado que hace rato va mereciendo esta pobre nación de quejumbrosos; y, si un par de aretes de oro blanco de 18 kilates con un pavé de diamantes, de Paloma Picasso, son un buen complemento  para una pashmina granate de vicuña peruana (Que no por nada soy embajadora de la quinua por el Perú).     

Siempre suya 

Evita 2

Querida Evita 2:
Antes que nada, quiero decirte que si Marito, con quien departimos en innumerables cócteles es tu fan, pues me adscribo a su admiración por ti y ardo en deseos de conocerte. Es cierto que la historia del patito feo convirtiéndose en cisne está muy trillada; pero casos como el tuyo, en los que una simple mujer, ni muy inteligente ni muy bonita, a costa de sacrificar una probable y mediocre felicidad pequeño burguesa, construye un proyecto de vida que la eleva a la categoría de consorte real, así sea de una república bananera, son ejemplos para toda mujer que no se resigne a ser el ama de llaves de su marido o la esclava en tacones de su oficina.  
Estoy plenamente de acuerdo contigo en que mereces darte esos detallitos que tanto te critican. Lo que me parece inaceptable es que tengas que poner excusas para justificar unos gastos que deberían ser asumidos por el Estado, o, gustosamente, por el pueblo, tan proclive a la solidaridad por polladas (dicho sea de paso, podrías ser un poco más creativa en ese rubro, no? ¿En serio pensabas que alguien iba a creer lo de los encargos? ¿Qué esnifaste ese día, mamita?). 
Respecto a tus dudas. Pienso que el golpe de estado no es lo más apropiado en este momento. Tendrías que asumir el poder públicamente y con él, las consecuencias de tus errores y, aceptémoslo, eso no se te da tan bien como el doble discurso y las maquinaciones a la sombra. Pienso que el tuyo es un país que no te merece y no sería justo que envejezcas prematuramente con el estrés que provoca tener a la comunidad internacional en tu contra. Deja que acabe el período del cachaco, que pierda inmunidad y que lo inculpen por todo lo que hayas hecho y te falte por hacer. Su orgullo marcial hará que cargue con la culpa y la prisión antes de reconocer su triste realidad de calzonazos. Mientras tanto, reconstruye tu imagen (que nada está perdido para siempre en el país de los amnésicos), alejate poco a poco de él, critícalo y un par de mese antes del término de su mandato, sepárate de él, furibunda por haber renunciado a sus ideales y haberse puesto de espaldas a las necesidades del pueblo. Así tendrás unos años para volver a ser la novia de los desarrapados, de los ilusos y de los Nobeles geriátricos resentidos.
Sobre tu otra pregunta, y creo la verdaderamente importante (disculpa que me haya extendido en nimiedades), la lana de vicuña sienta perfectamente con cualquier accesorio de mi amiguis la Paloma. Solo por eso estoy seguro de la verdad que tenían las afirmaciones de Marito sobre tus grandes dotes.

Tuya siempre

  

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